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01/10/2019

La metáfora de la caverna

Autor: Jorge E. Lazarte Molina

Dado que las metáforas se han puesto de moda en los últimos días para que nuevos funcionarios públicos nos expliquen en términos simples los objetivos del gobierno, quizás puedan servirnos a nosotros para explicarles a ellos cuáles son las expectativas que la ciudadanía y el empresariado mantienen frente al Estado.

 

Contaba Platón que en tiempos lejanos, vivía un grupo de hombres prisioneros desde su nacimiento al interior de una oscura cueva. Sus cuerpos estaban encadenados y llevaban grilletes al cuello, que los forzaban a mirar siempre a una pared. Detrás de ellos había una hoguera que se mantenía siempre encendida. Su única esperanza en vida era observar nuevas sombras que la hoguera proyectaba sobre el muro, y disfrutar de las siluetas y diferentes formas que otros hacían con diversos objetos. Esas sombras eran la única “realidad” conocida por los prisioneros, que habían llegado a acostumbrarse a ella, perdiendo por completo el interés hacia cualquier otra cosa.

 

Cierto día, un hombre del exterior descubrió la caverna y al ingresar se encontró con este penoso escenario. Sigilosamente y sin distraer al público de la atención de las sombras, logró desencadenar a uno e intentó convencerlo de salir a la superficie. Le contó que el mundo exterior estaba lleno de colores, verdes y azules; que existía el día y la noche y se respiraba aire puro. Pero el prisionero sólo podía pensar en la próxima sombra que vería.

 

Con insistencia y forzándolo a salir intentó sacarlo de la cueva, pero los ojos del hombre acostumbrados a la penumbra no soportaron la luz natural, y se echó a gritar y llorar buscando volver con sus sombras. A rastras y sin querer salir, se fue adaptando poco a poco a la luz del sol y a la brisa del campo. Se frotó los ojos y descubrió un mundo maravilloso, un cielo celeste que cobijaba un mundo lleno de formas, matices y colores nuevos que nunca antes conoció. Extasiado por lo que había visto, volvió a la cueva a contárselo a sus compañeros, pero estos sólo querían seguir viendo sombras y amenazaron con matarlo si continuaba interrumpiéndolos.

 

Al igual que los hombres de la caverna, la mayoría de funcionarios públicos son prisioneros de una falsa realidad. Creen que el mundo puede verse y entenderse sólo a través de la regulación. No buscan crear nuevas sombras, pero sino nuevas normas con las cuales entretenerse y mantenerse ocupados. Viven ensimismados en ellas, pensando en la próxima disposición o reglamentación que proyectarán sobre los demás.

 

Pero la realidad que se vive al exterior de las cavernas ministeriales y municipales es muy distinta. La libertad de la que gozan las personas y empresas es algo que a los funcionarios encerrados en su oscuro mundo burocrático les cuesta entender. No logran comprender como un universo con menos trámites, requisitos, permisos, licencias, impedimentos, exigencias y cobros puede ser mejor que en el que ellos viven. Sin embargo lo es.

 

La calidad de vida de las personas, la celeridad y simplicidad para desarrollar negocios y el optimismo empresarial para crecer; podrán ser apreciados solamente si logramos convencer a los funcionarios de salir de sus cuevas. Nos va a costar sacarlos. Pero tenemos que forzarlos a salir de la penumbra en la que se encuentran, aunque lloren y griten. Cuando logren salir de ella, veremos todos un Perú menos burocrático y más competitivo.